El mundo del emprendimiento con impacto social es una tendencia consolidada. Se trata de proyectos que buscan tener un impacto positivo en el mundo. El emprendedor se beneficia del efecto motivador de este ambicioso objetivo.
No se trata de una buena política de responsabilidad social corporativa, mediante aportaciones a ciertas causas sociales, ni de establecer buenas prácticas en los procesos éticos o medioambientales de la compañía. Hablamos de proyectos cuya finalidad última es el propio impacto generado. Es un concepto intrínseco en la estrategia de la empresa, en su propia visión, misión y valores.
El primer reto del emprendedor social es buscar un modelo rentable de negocio definiendo una estrategia que permita la rentabilidad que garantiza la supervivencia del proyecto. No es caridad, no es filantropía, es un proyecto sostenible del que tienes que poder vivir. La supervivencia no está reñida con el legitimo objetivo de generar plusvalías para los accionistas.
El objeto final es crear valor, para los empleados, para los accionistas y para el entorno que nos rodea. Una cosa no quita la otra.
Sin duda, la tecnología puede ser de vital ayuda para configurar este tipo de proyectos. Prueba de ello es la cantidad de proyectos consolidados e iniciativas como la fundación Ship2B que impulsan el emprendimiento y la inversión en startups con impacto social.
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